La banda sonora de una infancia de los 90
1diciembre 28, 2015 por orbdiv
Artículo de Elena Rosillo: Periodista y omnivora cultural freelance. Doctorando sobre underground. Dirigiendo The Rosillo’s Rover.
Rosillo se une a #JuguetesSinGénero a través de la banda sonora de una infancia de los 90… la suya.
La banda sonora de una niña del 89

El inicio de la decadencia… la de rojo soy yo.
¿A vosotras qué os regalaban de pequeñas? Con esta pregunta, Marta desarrollaba un psicoanalítico texto en el que recorría sus recuerdos infantiles en busca de los roles de género escondidos en los regalos de Navidad que recibía de niña. Su premisa, demostrarnos cómo nuestros juguetes nos hacen quienes somos. Y bajo esa misma premisa me preguntó Ofelia, ¿qué música escuchabas cuando eras pequeña?, ofreciéndome la posibilidad de investigar cuáles fueron los roles de género escondidos en la banda sonora infantil de una niña de los 90. Porque, si nuestros juguetes nos hacen quienes somos, ¿qué decir de la música?
La verdad es que no estoy segura de resultar un buen ejemplo en cuanto a lo que desarrollo personal a través de la música se refiere. Como ya escribía en este post, mis primeros recuerdos musicales los conforman Aviador Dro, Siniestro Total, Mar Otra Vez, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Leonard Cohen… vaya, viendo todos estos nombres juntos, lo que no entiendo es cómo he sobrevivido sin pegarme un tiro. Sea como fuere, lo cierto es que todos estos vinilos constituían tan solo una base. Una herencia familiar entre los que se contaban pocos nombres de mujer. Muchos, en contraste, entre los que me tocó escuchar de niña.

Gracias, padres.
De Bom Bom Chip a las Spice Girls
Sí, quien diga que nunca escuchó a Bom Bom Chip, miente. O no vivió su infancia en los 90. El gracioso quinteto llegó incluso a protagonizar varias películas y a versionar el archi-conocido “Chas y aparezco a tu lado” de Álex y Christina. Corría el año 1994. Yo tenía 5 años (nací en 1989). Los roles de género escondidos en la banda no eran nada originales. Tres chicas, la mayor, la mediana y la pequeña. La mona, la lista, y la… ¿graciosa? Los chicos, gamberretes guapos y simpáticos. Desde la pandilla de “Los Cinco” y Verano Azul, nada nuevo bajo el sol. Aquella cinta debió borrarse de tanto escucharla. Pero los años pasaban, y decir en el cole que aún escuchabas a Bom Bom Chip era sinónimo de marginación inmediata. Para colmo, hay que añadir que en mis recuerdos de infancia se mezclan tres cambios de colegio, por lo que la mudanza de un centro a otro implicó también la muda en mis gustos musicales. Lo de “allá donde fueres, haz lo que vieres”, pero en cassettes. Así, del madrileño cole del barrio de Esperanza, pasé al del pueblo de Paracuellos de Jarama. Allí, Xuxa, los Bom Bom y los cassettes con versiones pop de los Pitufos Makineros (cielo santo) habían pasado de moda. Por suerte. En el Virgen de la Rivera lo “top” eran las Spice Girls, Aqua y los Backstreet Boys. El juego habitual era “pedirse” ser una de las Spice y “emparejarse” (o “pedirse”, de nuevo) a uno de los Boys. Poco creo que haya de escondido en esta asunción de roles. Las chicas eran las monas. La “lista” y la “graciosa” se perdieron por el camino y fueron sustituidas por una “deportista”, otra “pija”… cuya máxima aspiración en la vida era tener un novio tan guapo como los de Backstreeet que conociera a sus amigas. Ya sabéis, “if you wanna be my lover…” Menos mal que en Paracuellos no hablábamos inglés. El efecto hubiera sido devastador. Mujeres: pareja y maquillaje. Hombres: gamberrismo y gimnasio. Y luego nos extrañamos de que triunfara Hombres, Mujeres y Viceversa.
Skate, ska y Estopa
El caso fue que la pequeña Elena odiaba a las dichosas Spice Girls, y cuando le llegó el turno de “pedirse” a una de ellas, eligió a la deportista, porque pegaba patadas. De los Backstreet Boys no se pidió a ninguno, porque le parecían todos muy feos. Visto en retrospectiva, aplaudo a ese pequeño yo. Visto en aquel momento, tal decisión me valió la expulsión automática a la cancha de baloncesto donde jugaban los chicos y el consabido sanbenito de “Marimacho”, que nunca pasa de moda. Así fue como me di cuenta de dos cosas: que el skate molaba más que las barbies, y que los chicos no escuchan pop. Eso era para las niñas. Ah, y que se quitaran los Backstreet Boys, que el Yani molaba mucho más y metía unos mates que te cagas.
De aquellos ratos de recreo en la pista de baloncesto del cole, entre partida y partida y monopatín y caída (creo que fui la única que no se rompió ningún hueso), recuerdo como ruido de fondo a un grupo super “guay” llamado Ska-P. Todos coreábamos aquello de “lega-legalización” sin tener ni pajolera idea de lo que significaba. Pero sonaba revolucionario y atrevido, que era lo que importaba. Después llegó otro que no era tan atrevido, pero sí muy divertido y coreable: Estopa. Recuerdo haber grabado su primer disco homónimo (hablamos de 1999) en una cinta de cassette. Mientras, en el patio donde jugaban las niñas sonaban Britney Spears y Ricky Martin. La diferenciación, en todo caso, estaba clara: las niñas aprenden a maquillarse como Britney Spears para gustar a chicos como Ricky Martin (antes de saberse que era gay, claro). Los chicos aprenden a caerse y ser tipos duros mientras escuchan ska y juegan a parecerse a los de Estopa. De estas aguas…
El Canto del Loco y La Oreja de Van Gogh
De nuevo, cuando ya tenía un grupito hecho… vuelta a cambiar de colegio. Tocaba empezar el instituto (la E.S.O., que ya no se si lo habrán vuelto a cambiar). La pre-adolescente Rosillo aprovechó el cambio de escenario para intentar congraciarse con el género femenino, y así fue como acabó (oh, cielos) formando un grupo de ¿rock? con unas cuantas locas de The Corrs, La Oreja de Van Gogh y… El Canto del Loco. Y a dios pongo por testigo de que lo intenté, incluso llegué a comprarme sus discos y asistir a su concierto multitudinario en Las Ventas en el año 2003. Pero que no, que yo no soportaba al Canto del Loco. A la Oreja… bueno. Detestaba a The Corrs. Aquella prematura formación en la que a una servidora le tocó el rol de bajista (era el instrumento que sobraba y nadie se quería pedir) estaba destinada al fracaso. A mí los que me gustaban eran los Celtas Cortos y un grupo ya desaparecido llamado Flores Raras. Y Amaral, joder. No hay que olvidar a Amaral. Moraleja: las chicas se maquillan para gustar a chicos como Dani Martín y los chicos aprenden a preparar calimochos para ser como Dani Martín. Por suerte, mi estancia en aquel instituto no duró lo suficiente para soportar una nueva expulsión a la cancha de los chicos. Antes de eso, mi mal comportamiento y mis malas notas me llevaron a un nuevo cambio de colegio. Esta vez me tocaba empezar en uno privado. Con uniformes. Y faldas. De tablas. Y yo EN MI VIDA me había puesto una falda.
Nine Ich Nails, Marilyn Manson, Rammstein y WarCry.
Era inevitable. Sacar a una chica del instituto y ponerle un uniforme con faldita de tablas y medias hasta la rodilla trae como consecuencia directa que “la niña” se ponga las uñas de negro y empiece a escuchar heavy metal. Que a Pablo, el chico rubio de pelo largo y ojos verdes de mi clase, le gustase Rammstein, no tuvo nada que ver. Para nada. De todos modos, había que admitir que en el privado se escuchaba mejor música. Lo de grabar CDs era de pobres, aquí todos tenían su propio MP3, ¡¡o incluso su propio iPod!! Increíble. Y escuchaban cosas “guays”, como Eminem, 50 Cents y… el puto Canto del Loco. Porque, claro, al cumplir 15 las cosas se vuelven más complicadas, y ya no basta solo con escuchar un tipo de música, sino de formar parte de la gente que escucha ese tipo de música. Formar parte de un grupo. Y ahí los roles volvían a estar claros: las adolescentes se maquillan para gustar a chicos como Dani Martín (mierda, creo que esto se estanca hasta llegar incluso a los 26) y los chicos se convierten en tipos duros escuchando heavy metal. Y si a ti, querida adolescente patidifusa, ni te gustaba maquillarte ni te gustaba el Canto del Loco… pues acababas colándote en conciertos de Sonata Arctica. Pero esa es otra historia. Yo ya tenía 16 y en mi clase no quedaba ni una doncella por desflorar. By bye infancia. Hola, acné.
Moraleja
Cuando Ofelia me propuso este artículo, lo hizo bajo el prisma de un ambiente navideño en el que muchos padres y madres melómanas se encontrarán ante la disyuntiva de iniciar a sus retoños en el mundo de la música sin caer en la tentación de inmiscuirles de este modo en los roles de género que inundan el género pop. La verdad es que no sé qué escuchan los niño/as y pre-adolescentes de ahora. En mi Facebook me comentan que está muy de moda el dubstep entre las niñas de 8 años, aunque sinceramente dudo que la tal Nora sea una muestra representativa. Me inclino más hacia la idea de que, al igual que a mí me tocó soportar a las Spice Girls y a Ricky Martin, a las Rosillos de esta nueva generación de millenials les tocará soportar a Sweet California o Abraham Mateo.
¿Afecta lo que escuchamos de peques al modo en el que somos de adulto/as? Por supuesto. ¿Escuchar un disco u otro va a hacernos mejores personas que el resto? No. La realidad es que va a dar igual si al niño o niña de turno le gusta el pop, el rock, o el rap. Lo importante es que le guste ALGO. Porque no es tan común el gusto por la música, aunque lo parezca. Somos muy pocos los frikis que nos sabemos el nombre de más de dos grupos, menos aún los que buscamos algo aparte de lo que suena en los 40 Principales y las grandes discotecas de moda. Quienes aún continuamos yendo a ver música en directo, estamos en riesgo de extinción. Qué más da si a la petarda de tu hija le gustan los Gemeliers. Es cojonudo que, al menos, se interese por algo relacionado con la música. ¿Que resulta un subproducto del sistema corrompido por el heteropatriarcado, perpetuado a través de pegadizas melodías pop? Pues claro. Pero para eso estáis vosotras ahí, personas adultas, madres y padres. Para explicarle que no es oro todo lo que reluce. Y, de paso, que Elvis mola más. Qué narices, si esto tiene que acabar con algún tipo de moraleja, sería esa: antes que regalar un disco cualquiera de la sección (pequeñísima) de discos del centro comercial de turno, compra un vinilo tuyo, de tus influencias, aunque resulte carca. Explícale a tu progenie lo que esa música significó para ti en su momento, cómo te ha hecho quien eres. Mejor inculcar en música a través de ídolos decadentes que hacerlo a través de la decadencia del sistema actual.
Porque la pregunta es… ¿qué escuchábais vosotras y vosotros de peques?
Muy bonito artículo Elena, he disfrutado muchísimo de él. Enhorabuena