Movimiento Trans y feminismo: una alianza en construcción
5julio 4, 2016 por Dani-asa Curbelo
¿Por qué el movimiento feminista debe incluir en su discurso y espacios la lucha de transexuales, transgéneros y otras identidades y expresiones de género no normativas o binómicas?
¿Por qué las personas trans debemos conocer la teoría feminista?
Y aún más, ¿por qué las personas trans tenemos que considerarnos como feministas?
Hoy en día las personas trans (transgénero, transexuales, género fluido, etc.) formamos parte de uno de los sectores más discriminados, marginados y odiados de nuestra sociedad, tanto a nivel estatal como a nivel mundial. Esto es así porque desde el ámbito de la Medicina y la Psiquiatría la transexualidad estuvo considerada una enfermedad mental, recogido en las clasificaciones del DSM-V y el acrónimo de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) hasta el año 2012. Sin embargo, la revisión del Manual de Desórdenes Mentales sólo cambió de nombre, de «trastornos de identidad sexual y de género» a un nuevo capítulo llamado «Disforia de Género» en el mismo DSM-V del «Manual de Desórdenes Mentales”.
Por otra parte, vivimos en un mundo en el que casi ochenta países consideran un delito las orientaciones no heterosexuales (homosexualidad, lesbianismo, bisexualidad, etc.) incluyendo también la transexualidad o el transgenerismo dentro de los motivos suficientes para entrar en la cárcel o incluso ser condenada/o con pena de muerte.
Estos hechos, entre muchos otros, conforman una infraestructura generadora de odio y discriminación hacia las personas trans en general. Así surge la transfobia: el conjunto de mecanismos, situaciones y/o actos de violencia física (agresiones, violaciones, asesinatos) y violencia psicológica (humillaciones, bullying, acoso, etc.) hacia las personas trans.
«La actualización del TMM TDV 2016 (Observatorio de Personas Trans Asesinadas) revela 2.016 homicidios de personas trans y de género diverso en 65 países en el mundo entre 1 de enero de 2008 al 31 de diciembre de 2015, siendo más de 1.573 en 23 países América del Sur y Central, que representan el 78% de los homicidios reportados en todo el mundo; 179 asesinatos en 16 países Asiáticos; 137 asesinatos en América del Norte; 112 asesinatos en 16 países Europeos; 10 asesinatos han sido reportados en 4 países Africanos; y 5 asesinatos en 4 países en Oceanía. Además, el análisis de los datos del TMM muestra que 65% de todas las personas trans y de género diverso asesinadas cuyas profesiones se conocen eran trabajadoras sexuales.»
-“El drama de la transfobia en el mundo: más de 2.000 personas trans asesinadas en los últimos 8 años”, Lootis.com
Pero los asesinatos sólo son la punta más visible de un enorme iceberg transfóbico.
Las personas trans somos, entre otros grupos, quienes tenemos más riesgo de padecer exclusión social. Esto es así porque:
- Muchas familias no aceptan la identidad de sus hijas/os y son expulsadas/os de sus hogares y círculos familiares.
- Las investigaciones en torno al absentismo y al fracaso escolar demuestran que una de las causas más alarmantes de este problema son la discriminación por motivo de orientación sexual o identidad de género(1)
- A la hora de buscar empleo, la mayoría de empresas cierran sus puertas a personas trans porque existen muchos estigmas y prejuicios.
Ahora bien, ¿cómo podemos combatir estas circunstancias, denunciar la discriminación y reclamar nuestros derechos?
Poco a poco se están conformando movimientos de personas trans en muchos países del mundo. Estas corrientes, que normalmente se encuentran bajo las siglas y nombres de asociaciones defensoras de la diversidad sexual y que suelen utilizar como plataformas de comunicación las redes sociales o canales de Youtube, promueven la visibilización y el empoderamiento de las personas trans.
Pero, en mi opinión, debemos crear alianzas con otros movimientos.

«Feminismo trans-inclusivo siempre». En los movimientos feminnistas angloparlantes comienzan a visibilizar dicha cuestión.
Por su parte, el feminismo lleva ya muchas décadas de rodaje. Uno de los principales objetivos del feminismo es, a mi entender, manifestar sin descanso cómo funcionan hoy en día diversos mecanismos de opresión, subestimación y violencia hacia las mujeres [mayoritariamente se visibilizan mujeres «cisexuales» y «cisgénero»(2)], con el propósito de acabar con ellos. Estos mecanismos son los tentáculos de un gran monstruo que conocemos como «patriarcado»: un sistema histórico, político, económico y cultural que consolida una enorme jerarquía entre hombres y mujeres, con el que los primeros gozan de un mayor número de privilegios que las segundas, entre otros fenómenos.
No obstante, hoy en día ya hay quienes hablamos de nuevos conceptos como «heteropatriarcado» (sistema que promueve e incita la heterosexualidad como única orientación sexual válida y aceptable) o incluso planteamos la existencia de una «dictadura» afianzada en el binomio hombre/mujer. Con estas perspectivas más recientes, podemos apreciar cómo el discurso feminista ha ido evolucionando con el paso de los años gracias a los aportes teóricos compartidos. Así pues, seríamos capaces de afirmar que la discriminación hacia personas no heterosexuales y/o cisexuales/cisgénero se nutre de todo un sistema históricamente patriarcal que ha reprimido y perseguido a todos los grupos considerados «inferiores».
Al construir puentes entre las cuestiones y problemáticas trans con el discurso y prácticas feministas, podremos comprender que la violencia sistemática ejercida sobre la comunidad que se encuentra bajo el paragüas de la «T», no sólo responde a los mecanismos propios de una estructura del odio por motivos de identidad, sino a una macro-estructura, si cabe, aún más poderosa: la patriarcal. Desde hace unos años, miles de mujeres transgénero (y también cis), han comenzado a denunciar los asesinatos de mujeres trans exigiendo su inclusión dentro de las listas de feminicidios anuales.
«Con más exactitud, este auténtico GENOCIDIO es básicamente un FEMINICIDIO TRANS , ya que la inmensa mayoría de las víctimas son mujeres trans . FEMINICIDIO TRANS , que además de enmarcarse dentro de la violencia generalizada y sistemática contra las personas trans en general (mujeres y hombres trans y personas variantes de género) fruto del cisexismo y la transfobia, se enmarca también dentro del FEMINICIDIO en general (junto con el feminicidio contra mujeres cis [no-trans ]), ya que las asesinadas son mujeres víctimas de la violencia patriarcal y machista: los asesinatos ocurren especialmente en relación al trabajo sexual debido a la marginación; los asesinos son hombres, y muchísimas veces estos hombres
asesinos son parejas, ex-parejas, o clientes de las víctimas, como sucede con las mujeres cis (no-trans).»-MANIFIESTO «STOP GENOCIDIO TRANS» http://www.feministas.org/IMG/pdf/184261111-Manifiesto-Stop-Genocidio-Trans.pdf
Sin embargo, por chocante que parezca, el feminismo no se ha librado de ser transfóbico.
Cuando las personas trans nos relacionamos con movimientos, organizaciones, colectivos y espacios feministas, podemos tropezarnos con personas que no sólo nos consideran «enfermas», sino que son capaces de vetar nuestra colaboración y participación en iniciativas y eventos no mixtos o incluso acusarnos delante del resto de compañeras de que gozamos de privilegios sociales (este es el caso de las mujeres e identidades no masculinas trans) basándose en lo que tenemos o no entre las piernas.
Pero no quisiera dedicarle mucho tiempo a estas cuestiones puesto que mi intención con estas líneas es la de visibilizar los planteamientos y teorías de acercamiento y no las de confrontación. Creo que la transfobia dentro del feminismo está, poco a poco, desapareciendo (o llámenme ilusa) a medida que profundizamos en cuáles son los principios que nos impulsan cada día, y si entre dichos principios se encuentra la interseccionalidad, entonces estamos en el mismo barco.
«La transfobia dentro del movimiento feminista no es un fenónomeno nuevo y sigue promoviéndose por parte de feministas radicales como Sheila Jeffreys, Germaine Greer y Julie Bindel, que tachan de patológico el transgenerismo mediante múltiples argumentos. Lo describen de diferentes maneras: desde una práctica sexual muy bizarra a una enfermedad mental, equiparándolo con el trastorno dismórfico corporal. En algunas ocasiones, critican con tintes paternalistas, como cuando argumentan que las personas transgénero son víctimas de explotación por parte de la industria médica, que pretende exprimirles para sacarles el dinero mediante intervenciones quirúrgicas y hormonales. (…) Otra crítica es la que afirma que las personas transgénero refuerzan los roles de género y de expresión. Por ejemplo, Germaine Greer se refirió una vez a una mujer trans como «una parodia abominable de una mujer» con «demasiada sombra de ojos».»
– Radical Women: organización feminista de segunda ola, inaugurada en 1967.(4)
Ahora bien, ¿y si los tentáculos del patriarcado han alcanzado también a la comunidad trans?
Vivimos en un régimen extremadamente patriarcal, misógino y machista. Quien no se lo crea sólo tiene que encender la televisión y contemplar cómo millones de mujeres perfectamente estereotipadas dentro de los cánones de belleza (delgadez, juventud, erotismo, etc.) son utilizadas como objetos de reclamo para incitar al consumo capitalista. O si no, revisar los índices de asesinatos, violaciones y/o agresiones a mujeres por parte de sus compañeros sentimentales, familiares o conocidos, conocido como «violencia de género», que se da diariamente tanto a nivel estatal como mundial.

Esta imagen causó mucho revuelo en las redes sociales por fomentar una concepción binómica y patriarcal sobre las identidades trans.
Además, hoy en día muchas familias continúan educando a sus hijas/es/os bajo las normas del género, es decir, bajo los modelos de comportamiento, apariencia, gustos y maneras de relacionarse que determinan lo que es «ser mujer» o «ser hombre». De este modo, lo que vemos en muchas personas trans, y mayoritariamente en personas transexuales, es la adopción de dichos roles de género extremadamente estereotipados.
Parece que muchas personas trans, a través de estos modos de manifestar sus roles de género, que a su vez forman parte de sus identidades y de cómo se perciben a sí mismas, se reafirman ante la sociedad. Pero su reafirmación identitaria se encuentra «filtrada» por el cumplimiento de las normas de un sistema que establece qué estereotipos, cánones y modelos prefabricados hay que adoptar con vistas a la aceptación e integración en una sociedad tremendamente casposa, anticuada y reduccionista.
Cuando una mujer trans se deja vello en las axilas, como podría hacerlo cualquiera por ser algo naturalmente reivindicativo, se le preguntará “¿Pero tu no querías ser una mujer?». Lo mismo sucedería con un chico trans que no se comporte con extrema masculinidad.

Lía García, 2013
Si una persona transgénero o transexual no cumple estrictamente con las normas y cánones que se establecen propias de su rol de género, la sociedad entera pone en tela de juicio la veracidad de su identidad. De este modo, nos encontramos ante uno de los mecanismos más potentes de opresión y control sobre nuestros cuerpos e identidades: el de la normatividad en la apariencia y los roles de género sobre la comunidad trans.
Otro ejemplo de esta realidad se da cuando una persona trans acude a la consulta de una profesional de la Psicología con vistas a comenzar un proceso de «reasignación». Entonces, tendrá que rellenar un test, conocido como el «test de la vida real» (TVR) o «experiencia de la vida real» (EVR), que determinará si tu identidad trans es válida o no, lo que te permitirá o denegará seguir con el proceso (con vistas en la intervención quirúrgica).
Entre las cuestiones formuladas, las cuales hay que responder con «verdadero» o «falso», nos podemos encontrar con afirmaciones del tipo «Me gustan los deportes bruscos como el fútbol o el rugby» o «En ningún momento de mi vida me ha gustado jugar con muñecas».
«Los Estándares de Cuidado lo definen como «el acto de adoptar completamente un nuevo rol de género» (AIMST, 2001:17), con lo que se prueba «la determinación de la persona, la capacidad de funcionar en el género preferido y la suficiencia del apoyo social, económico y psicológico» (AIMST, 2001:18).», afirma Jordi Mas Grau en su TFM “IDENTIDADES GESTIONADAS. Un estudio sobre la patologización y la medicalización de la transexualidad”.

«Feminismo trans-inclusivo siempre», otra imagen muy compartida dentro de los movimientos feministas angloparlantes.
De este modo, nos encontramos bajo toda una estructura medico-política-social que exige a los cuerpos trans cumplir no sólo con la dicotomía entre hombre/mujer, sino con una dicotomía entre identidad/genitales para tener «derecho a ser». Así pues, se articula y consolida un «biopoder» basado en teorías psico clínicas que determinan qué identidades trans son «válidas» y cuáles no en función al grado de aceptación y amoldamiento que manifestamos con respecto a dichas «leyes de identidad».(3)
Pues yo digo rotundamente que no.
Para ser una mujer no es obligatorio ir depilada, maquillada diariamente, ser sumisa, creer que ser madre te realiza como persona, aceptar que tu espacio es el doméstico y, mucho menos, sentirte menos que nadie.
Y, en cambio, para ser un hombre no es obligatorio tener pelo en el pecho, demostrar constantemente excesos de virilidad, no llorar y ocultar tus emociones, ser rudo y grosero, competir con los otros y, mucho menos, sentirte más que nadie.
Nuestros cuerpos e identidades no pueden estar sometidos al acatamiento y obediencia con lo normativamente establecido, al igual que sucede con las mujeres cisexuales/cisgénero que también arrastran con el peso de la estética, las éticas de cuidado o los roles tradicionalmente patriarcales.

«Si tu feminismo no tiene espacio para chicas trans, que jodan a tu feminismo»
Existen mujeres con barba y hombres con pechos. Mujeres con pene y hombres con vagina. Y existimos millones de personas que no nos definimos como ninguna de ambas categorías.
El respeto y los derechos que exigimos no tienen nada que ver con si «se nos nota o no». Ya nos hemos hartado y vamos a dejar «que se nos note», porque no tenemos nada que ocultar ni de lo que avergonzarnos.
Con todo esto, lo que estoy intentando plantear es que necesitamos consolidar una nueva alianza entre el feminismo con la lucha de personas trans, señalando y luchando sin descanso contra todos los mecanismos del poder establecido que intentan controlar, dominar y subyugar nuestros cuerpos, identidades y nuestras vidas. Ambos grupos hemos sido pisoteados por un orden que fomenta la violencia, el odio y la discriminación, lo cual debe acabar cuanto antes.
Por lo tanto, establecer alianzas entre nosotras/es/os nos permitirá derribarla con mayor eficacia. El apoyo mutuo nos hace más fuertes.
Dani Curbelo
Notas:
(1) «Más del 50% de los menores LGBT sufre acoso escolar»
(2) Las personas cisexuales o cisgénero (cis) son aquellas que se encuentran conformes con la identidad de género asignada al nacer.
(3) «Test de la vida real». Recomiendo ver este documental para quien quiera conocer más sobre este tema de la mano de cinco personas trans.
Reblogueó esto en Dani Curbelo.
Excelente ensayo. Lo guardo para compartirlo en el futuro. Muchas felicidades por tu trabajo.
Reblogueó esto en Activismo Transfem.
[…] embargo, no todo el movimiento feminista acepta a las mujeres transexuales, ya que las sigue considerando hombres, por haber vivido parte de su vida “siendo […]
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